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Pensamientos automáticos vs Pensamientos reflexivos

pensamientos intrusivos

Nuestra mente nos habla durante todo el día, a todas horas. 

Utilizando una metáfora, sería como tener una radio encendida todo el tiempo. Tanto es así que, en la mayor parte de las veces, ni siquiera somos conscientes de que estamos pensando. Siguiendo con la metáfora, como cuando tenemos la radio de fondo, mientras hacemos tareas, ni siquiera prestamos atención ni somos conscientes de lo que sucede. 

En el caso de nuestra mente, está manejando pensamientos (diálogo interno) que influyen en nuestras emociones y nuestro comportamiento. 

Un error que tendemos a cometer en cuanto a la interpretación de nuestros pensamientos, es fusionarnos con todos ellos, lo que se llama “fusión cognitiva” (Hayes, 1999). Es decir, asumir que todo lo que pensamos es una realidad absoluta, que nos define y que es lo mismo pensar y hacer. Esto nos puede llevar a sentir malestar intenso por el mero contenido de nuestros pensamientos. No obstante, la mayor parte de pensamientos que nos ocupa la mente son producto de aprendizaje emocional y experienciales,  constructos sociales y creencias nucleares. Estos son conocidos como: Pensamientos automáticos. 

Los pensamientos automáticos son aquellos que son involuntarios, no controlables ni controlados por la persona. Pueden aparecer de manera espontánea o a consecuencia de una vivencia. Hacen referencia a interpretaciones subjetivas de la propia persona en función de su aprendizaje y de las emociones que se tiene condicionada a cada vivencia. Es decir, se trata de pensamiento con connotación emocional. Aparecen como causa o consecuencia de una emoción (generalmente desagradable; miedo, vergüenza, asco, etc.). NO NOS DEFINE AQUELLO QUE APARECE DE MANERA AUTOMÁTICA EN NUESTRA MENTE, simplemente nos da información de aquello que nos hace daño, a lo que tememos o queremos evitar.

  • “Siempre me pasa lo mismo, me voy a quedar solo”
  • “Nadie me va a querer si lo hago así”
  • “No puedo ni hablar, sobro”
  • “Si no resulto interesante, es mejor no estar”
  • “No valgo para nada”
  • “Van a pensar que soy tonto”
  • “Todo está mal”

No necesariamente se circunscriben a un cuadro clínico, ni trastorno. Todas las personas pueden experimentarlos.

Características comunes:

–          Egodistónicos; no nos gusta pensar de esa manera y entra en conflicto con nuestros valores.

–          Irracionales; aparecen como fruto de una interpretación subjetiva de la situación, y no de hechos objetivos y observables de la misma.

–          Vinculados a una emoción desagradable y, por ende, nace la necesidad de evitarlos o controlarlos.

–          No controlar este tipo de pensamientos puede generar frustración y mayor necesidad de control.

–          Sesgados y rígidos.

–          Puede ser con carácter anticipatorio hacia el futuro (“voy a hacerlo mal”- ansiedad) o asociado a una rumia de cara al pasado (“Esto no me lo perdono” -tristeza, depresión) o hacia el presente (“No hago nada bien”).

–          Pueden perjudicar a la autoestima (sentimientos de vergüenza y malestar hacia uno mismo).

Otro tipo de pensamiento que ocupa nuestra mente es el reflexivo. El que Russ Harris (2017) llama “pensamiento útil”; este es resultado de la planificación, reflexión y  metas. Jonh Dewey (1989) lo definió como “el tipo de pensamiento en el que le damos vueltas a un tema en la cabeza de manera activa para descubrir sus fundamentos y obtener algo útil de ese proceso”. Es decir, representa el aprendizaje consciente de conceptos, aptitudes y su aplicación hacia nuevas experiencias, se sirve del procesamiento consciente de la información; Elaborado, producto del razonamiento y de una toma de decisiones consciente. No es espontáneo, sino que implica una valoración consciente de la situación y de nuestras necesidades desde una perspectiva más integral y adaptativa de la persona.

 Si bien es cierto, ambos se sirven, como se decía anteriormente, de nuestros valores, experiencias, gustos, deseos y motivaciones  -parte subjetiva-.

No obstante, son los automáticos los que están más presentes en la dolencia emocional, los que nos generan mayor conflicto e interferencia en nuestra vida diaria. Están además reforzados por creencias nucleares hacia nosotros mismos, a través de las experiencias vitales individuales. Por consiguiente, los que nos llevan a un proceso de terapia -con o sin diagnóstico-.

Puede que estos pensamientos sean especialmente desagradables o que, generan una importante interferencia en tu día a día. En este caso, se recomienda acudir al especialista para una valoración individualizada e indagar en el origen y posibilidades de manejo.

Bibliografía:

Harris, R. (2017). La trampa de la felicidad. Deja de sufrir, comienza a vivir. Barcelona: Booket.

Hayes, S.C (2013). Sal de tu mente, entra en tu vida. La Nueva Terapia de Aceptación y compromiso. Bilbao: Desclée de Brower.

John D. (1989). Como pensamos. Nueva exposición de la relación entre pensamiento reflexivo y proceso educativo. Barcelona: Paidós.